Tuesday, May 27, 2008

La inmortalidad en un café

Marcelo Ramirez me llevó al fin el libro que me había prometido: lo compró en un vieja librería de Buenos Aires acordándose de este blog y el café que frencuentamos, y fue extraordinariamente asertivo"El Café de los Inmortales" que así se llama el libro, describe exactamente ese espacio anhelado que nos da la posibilidad de sin tiempo, conversar nuestras inquietudes, proyectos, sueños y tambien derrotas y preocupaciones. Nadie nos desocupa la mesa para indicarnos que o consumimos más o nos vamos, nadie debe reclamar porque ese tema no se habla o ese recuerdo no se toca, libres, por un rato pero libres. Gran aporte de Marcelo.
En los cafés hoy se dialoga e interactúa más que en cualquier otro espacio democrático, si hasta los dirigentes políticos cuando quieren conversar sueltos van a un café y no al partido. El Café de los Inmortales bonaerense de mediados del siglo anterior, está hoy convertido en un gran restaurant, menos mal que alguien puso en el papel la historia de ese lugar, su necesidad lejos de acabarse está hoy más vigente que antes.
Es curioso lo que pasa en un café, uno llega sólo sin haberse puesto de acuerdo necesariamenete con alguien, sabe que normalmente habrá ya otro que ha llegado antes con las mismas intenciones o habrá uno que llegue luego con un montón de temas bajo el brazo. Cuando se empieza a ser más asiduo se comienza tambien a saludar a personas que no se conocen pasando a compartir muchas veces opiniones y visiones.
El día del regalo de Marcelo estaban en el café Navarro y Marcos Ominami, en otras ocasiones han estado otros además de nosotros. Es común que personas con cierto poder aparezcan para conversar lo que un sicólogo llamaría "temas calientes", por lo menos algunos ciudadanos por esta vía se dan cuenta que se están conversando ciertas cosas aunque no participen en ella.
"Arreglar el Mundo" vieja ocupación, nada de inútil porque hace funcionar las neuronas, exalta la imaginación, enciende pasiones y si está bien concebida ayuda a mejorar la amistad, o sea, socializa. Como no sería bien visto tomar Ritalín a los 50 años, el café cumple una función parecida.
De ahí que sea inmortal ni el mundo estará nunca arreglado, ni nosotros dejaremos de buscar de hacer funcionar la cabeza. Sólo un argentino podría decirlo así de verdad hay cafés que son inmortales.


1 comment:

Marcelo Ramírez said...

Estimado Toño: Asumo que el afán de inmortalidad está presente en cada uno de nosotros, aunque reinterpretado a la luz precisamente de nuestra condición de simples y, muchas veces, precarios seres mortales. En esta perspectiva, entonces, al menos en una etapa de nuestras vidas hacemos cosas que apuntan a un más modesto "dejar algo para la posteridad", aunque algunos, sobre todo los políticos con vocación, apuestan a "pasar a la posteridad" transformados en parte de la historia colectiva.

El punto es que a mi juicio, en el plano de la interpretación personal y de las emociones, lo relevante es cómo alcanzas la propia trascendencia, esa que le va a importar sólo a tu círculo más estrecho, ese que componen solo las personas con las que tienes afectos cruzados. Y en este plano por cierto que es mucho más factible que alcances la condición de inmortal en espacios como el del café, como el café porteño del que trata el libro o como en este pequeño pero relevante universo virtual y material, que se ha construido desde la calle Manuel Montt.

Un abrazo